Como no me iba de Madrid hasta el 16 de agosto quisimos
buscar un último triatlón para cerrar ya el periodo competitivo de este año. Me
informé bien sobre Aranda y en seguida me decidí por el. Triatlón organizado
por un club, apenas 160 dorsales, mucho nivel entre participantes y buenos
recorridos. Cada vez me gustan más este tipo de pruebas. Antes que nada quiero
agradecer a la organización la prueba tan magnífica que nos ofrecieron.
Según llego me siento un poco pez fuera del agua, la gente
está terriblemente fina, hay triatletas de toda España y alguno tiene nivel
internacional. Mas de la mitad de las bicis son cabras, algunas de ellas de
mucho dinero y montadas por gente que tiene mucha calidad. Como siempre, no me
acongojo y no dejo de prestar atención para aprender todo lo que puedo. Como
siempre aparece el buen rollo, las conversaciones, los consejos, ya se que me
repito pero el ambiente de un Box es fantástico. Cuando lo tengo todo montado y
controlado me acerco al agua, corriente fuerte y el agua más turbia que he
visto nunca. El circuito es a dos vueltas, teniendo que pasar entre los ojos de
un puente de piedra remontando el Duero, esto haría que varios triatletas
decidiesen no dar la segunda vuelta y abandonasen en la natación. Lo que da una
idea de lo que fue el agua.

Caliento un poco, estiro, me pongo las gafas. Atendemos en
silencio a las instrucciones de los oficiales de la Federación y nos metemos al
rio, el neopreno está prohibido por estar el agua a 22 grados clavados. La
corriente es mas fuerte de lo que parece desde fuera, mucho mas fuerte, y es el
agua con menos visibilidad en la que me he metido de largo. Como el neopreno
está prohibido hay que tirar de técnica para sacar adelante este segmento. Nos
agrupamos debajo del puente y dan la salida que es muy salvaje, como puso
Sergio Moreno en Twitter: “Éramos pocos pero con mala leche. No he recibido más
golpes en mi vida”. Coincido totalmente con el comentario, jamás me han dado
tanta estopa en el agua, ya me voy enterando de por qué me dijeron que era un
triatlón duro. Al girar la boya para remontar contracorriente,
el Duero aparece en toda su magnitud.
Tenemos el sol de frente, por lo que es difícil orientarse, me intento pegar lo
que puedo a la orilla donde la corriente suele ser menos fuerte pero he
cometido un error, giré la boya demasiado cerrado y no puedo pegarme a la
ribera porque está plagada compañeros, además, seguimos a hostia limpia. Cuanto
más nos vamos acercando al puente de piedra más fuerte es la corriente, pura
física, si el agua tiene menos espacio para pasar se acelera por la compresión.
De vez en cuando el sol nos deja ver el ojo por el que tenemos que girar,
parece un gigante que está sacando la cabeza del agua, nos mira y se ríe,
apenas avanzamos. Veo gente muy agobiada a mi lado, yo intento centrarme en
nadar y que no me afecte, entonces me doy cuenta de que por primera vez estoy
pasandolo mal en el agua. Me voy acercando poco a poco al puente y cada vez es
más difícil, parece que no te mueves, la cabeza da malas pasadas, trago agua,
trago mucho agua, y por fin consigo doblar el pilar. Pero no hay descanso, voy
mal de tiempo, hago un cálculo rápido y me doy cuenta de que corre peligro
pasar el corte que está en 45´, así que me lanzo río abajo sacando toda la
velocidad que puedo. No entraba esto en mis planes, mi segmento, el que mejor
hago y me puedo quedar fuera. Llego a la boya y esta vez giro bien, me pego a
la orilla lo que puedo y sin mirar hacia delante me voy guiando por la propia
orilla, me raspo con alguna raiz pero sigo sin descentrarme. De nuevo me
enfrento al puente, voy cansado, me centro esta vez en controlar la respiración
y meter bien los brazos, pero estoy bastante sofocado y me cuesta mantener la
postura correcta. Parece que no avanzo, esta vez no me agobio y controlo a mi
mente, saco fuerzas y corrijo la postura, meto bien los brazos, agarro bien el
agua, respiro bien y entonces consigo girar y lanzarme a la salida del agua. No,
miento, no me lanzo, llego a braza, lo que os puede dar una idea de lo que ha
sido esta natación. Salgo en 40´del agua, a solo 5´de quedarme fuera de
competición. Quedan bastantes bicis, me sorprende, hago una T1 tranquila y a
rodar.

Me monto en mi Imperiosa y voy cogiendo velocidad, según
salgo de Aranda aparece el protagonista de este segmento, un fortísimo viento
cruzado. Si del agua salía cansado toma dos tazas. Eso sí, el circuito es
precioso y la organización soberbia. Intento llevar siempre cadencia e ir
solventando los diferentes toboganes que nos vamos encontrando. La cosa es así,
tobogán para arriba que va ganando en pendiente, coronas, bajas y un poco de
llano, repetír N veces y tienes el 75% de la bici del Triatlón de Aranda. No
está permitido el drafting, así que no podemos ir a rueda y estamos cada uno
contra el viento, bueno, cada uno no. Quiero denunciar desde este blog que me
adelantó una grupeta, si, 4 tios relevandose aprovechando que no había jueces
hasta más adelante. Yo estas cosas, francamente, no las entiendo. Pero de eso
hablaré en otra entrada. Yo me centro en cumplir la normativa y punto, les dejo
irse. A pesar de que intento llevar una buena cadencia la bici se va haciendo
muy dura, apenas hay sitios en los que puedas lanzarte y mantener la velocidad
rodando y prácticamente siempre hay que ir dando pedales haciendo fuerza.
También hay rachas de viento que te desestabilizan, luego me enteré de un par
de caídas y uno terminó en el hospital, así que con los perfiles de 50 tenía
que ir agarrando muy fuerte al manillar. Poco a poco noto como el aire va
haciendo mella, llegamos a una zona de viñedos donde vamos encadenando subidas
entre pueblos, rampas no muy largas pero que rondan el 5-6% más o menos. En una
de ellas voy tan jodido que tengo que meter el 28, el viento me ha dejado casi
parado y voy cargado de hombros por la natación, cuesta levantarse y bailar la
bici. Los últimos km sufro un poco pero no sale mala media, el Garmin me da
casi 28 Km/h lo que está bastante bien para mi nivel. Transición rápida y a
correr, y a sufrir.

El circuito es duro, muy al estilo del JCI de hace unas
semanas, en este tenemos que pasar además 4 veces por la típica pasarela de río
que hay que subir haciendo zig-zag con mucho desnivel. Enseguida Aranda me enseña
sus dientes, arranco a menos de 5 min el km pero la pasarela es un mazazo, al
igual que hace unas semanas no puedo mantener un ritmo, lo tengo que ir
rompiendo de forma permanente. Los organizadores debían de ser conscientes de
la dureza porque nunca he visto tanto avituallamiento junto. Salimos por campo
con rampas, saltos, tramos de acera, bajadas criminales, subidas criminales, la
puta pasarela. Voy alrededor de 5 y cada vez más lento, el pulso y mis
sensaciones indican que lo estoy dando todo. Entonces la cabeza me juega una
muy mala pasada, me pego contra el muro, el muro del maratón, el mismo, las
mismas sensaciones. Ya lo conozco y sé lo que es. Todo mi cuerpo me dice que
abandone, mi mente me grita que me pare, creo que voy el último o casi el
último, no hay nadie a mi alrededor, estoy yo solo. No puedo buscar la mirada
cómplice de otro triatleta, seguir las pisadas de alguien. Pero que coño, no he
llegado hasta aquí para rendirme, quedan “solo” 4 km hasta meta. Tal y como me
ha enseñado Miguel intento borrarlo todo de mi mente, me centro en la técnica,
pienso en los metatarsos, en levantar bien las rodillas, realmente no consigo
pisar bien porque estoy muerto pero me distraigo lo suficiente como para
abandonar al tío del mazo. No se el tiempo que dura este pozo pero se me hace
eterno, consigo salir de el y dejo de mirar al suelo para mirar al frente. Eso
me ha enseñado la vida, si estás mal mira al frente y no te detengas, sigue
avanzando. Encuentro el ritmo que puedo llevar, paso de mirar el pulso y me
centro en cada zancada, y llego, y me paro, y me pongo de rodillas. No hay
sprint al final ni nada que se le parezca, no puedo dar un paso más. Poco más
de 53 minutos para 10.800 de carrera. 3:04 al final saboreando las mieles de
este deporte y esta distancia entrando casi el último.
La temporada llega a su fin y aunque satisfecho,
me queda muchísimo por aprender y mejorar. Ganas no me faltan. Seguiré viniendo
a este tipo de pruebas, te recuerdan lo que eres, tu nivel real, te devuelven
al mundo y te dan una cura de humildad tremenda. Hay que seguir trabajando poco
a poco, me queda mucho camino que recorrer pero estoy embarcado en un precioso
viaje. O al menos, así lo siento.
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