miércoles, 11 de septiembre de 2013

El corredor donde me encontré con el miedo.

Si hice una entrada en este blog celebrando lo bien que me rindió la cabeza en un momento delicado también quiero hacerlo sobre la primera vez que me bloquee, no sé si fue el miedo el que me encontró en el corredor del mismo nombre que sube al Yelmo, o por el contrario, fui yo quien salió en su busca. La cosa es que me vi superado y no pude reaccionar en una circunstancia extraña para mí, al final cumplí y completé el recorrido gracias a la fe total que tengo en el coach y el resto de la manada.

El Corredor del miedo es una pequeña grieta por donde se accede al Yelmo donde no cabes de frente, tienes que entrar de lado y aún así apenas tienes espacio. Rápidamente te ves inmerso en un mar de granito en el que apenas puedes moverte, donde no puedes darte la vuelta, y donde no puedes agarrarte a nada. Entonces llega un momento en el que hay que subir a una piedra para seguir dirección a la cumbre del Yelmo, la técnica es hacer presión con las manos y el culo y empezar a subir como se puede, y este es el momento en el que yo, que siempre reacciono bien en momentos de tensión, me desinflé. No sé muy bien lo que fue, quizá el no poder moverme, que mis manos no se podía agarrar a ningún sitio, que no había escapatoria a derecha o izquierda, que era algo que jamás había hecho, que no lo había visualizado, que era la primera vez que una montaña me engullía entre la roca…..la cosa es que tuve miedo, si lo reconozco, tuve miedo. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Entonces apareció la mano amiga de Miguel, en el que tengo una confianza total y es que el sabe perfectamente de lo que soy capaz y lo que no, que me levantó en vilo prácticamente para llegar a la roca. Desde aquí ya fue más fácil y una vez en el Yelmo volvía a ser yo, volvía a saltar de roca en roca y disfrutar de la montaña. Mereció la pena, estar subido a un pico que es realmente una inmensa roca de granito donde caben 10 estadios Santiago Bernabéu (me encanta la física con unidades futbolísticas) enteros, no se puede explicar. Las vistas, el silencio, la paz de la montaña; nos quedamos un rato simplemente sentados y disfrutando del momento. Y llegó la hora de bajar, tuvieron que ayudarme pero bajé bastante mejor y más confiado. Cuando salí de la grieta sentí alivio, algo de frustración, y por supuesto algo de orgullo, al fin y al cabo pude hacerlo gracias a la ayuda del grupo. La cosa es que tengo ganas de volver.

Sí, yo encontré al miedo en el corredor del mismo nombre y no me avergüenza reconocerlo.



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